Peligro
de que las comunidades de pesca artesanal se extingan
Denuncian en
el Congreso Mundial del Apostolado del Mar
Por H. Sergio Mora
Este viernes llegó a su conclusión el
XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar sobre la nueva evangelización en
el mundo marítimo, que se realizó en la Ciudad del Vaticano, del 19 al 23 de noviembre, y
que tuvo como broche de oro la audiencia que concedió Benedicto XVI a los
participantes.
En la jornada del miércoles 22, el
congreso organizado por el Pontificio Consejo de la Pastoral para los
Migrantes e Itinerantes, propuso la mesa redonda “La pesca: realidad global y
su importancia para la misión del Apostolado del Mar”, en la que intervino el
sacerdote diocesano costarricense Gustavo Meneses, de Puntarenas.
El sacerdote indicó la difícil
situación de las poblaciones costeras que se dedican a la pesca artesanal,
muchas veces desalojadas en nombre de una mal entendida protección ambiental, y
en cuyos lugares se acaban realizando monocultivos o construyendo complejos
turísticos.
“Vengo como representante de la
diócesis de Puntarenas en el Pacífico central --indicó el sacerdote--, de un
país que a pesar de ser pequeño es muy conocido por su riqueza ecológica”.
Entre los temas abordados, indicó el
padre Meneses, "figuró la necesidad de firmar el convenio 188 de 2007, de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), para la defensa de los
marineros embarcados en los grandes buques pesqueros y mercantes".
Dicho convenio exige condiciones de
trabajo decente para los pescadores y contiene "disposiciones sobre el
empleo, edad mínima para trabajar a bordo de un buque pesquero, certificación
médica, horas de trabajo y descanso, alojamiento, instalaciones de
esparcimiento, alimentación, protección de la salud, atención médica, bienestar
y protección social, etc". Para que entre en vigor debe ser ratificado por
10 de los 180 estados miembros de la
OIT, si al menos ocho son estados costeros.
“Costa Rica --indicó- también tiene
una gran riqueza cultural que se identifica con el centro del país, aunque se
tiene a marginalizar a otras regiones como la del norte, la costera y la
atlántica que son muy específicas”.
Añadió que "el gran problema es
precisamente que la pesca artesanal no está debidamente contemplada dentro de
las políticas de desarrollo, planificadas en las regiones centrales del país,
en donde no se considera la participación de los pobladores para elegir sus
políticas de crecimiento”.
“Las comunidades de pesca artesanal
--explicó- tienen una cultura propia y se amalgaman en torno a la experiencia
costera como actividad económica, que en un primer momento fue para responder a
las necesidades de alimentación y posteriormente entró en la comercialización”.
Indicó que “existe una ley para
proteger la zona marítima terrestre, que entretanto perjudica a las poblaciones
pesqueras porque con algunos 'trucos' se logran realizar zonas de cultivo o de
turismo y con ello se acaba desalojando a las poblaciones del lugar”.
Entre las otras amenazas que sufren
las poblaciones pesqueras señaló “la contaminación, los desechos tóxicos de los
monocultivos que terminan en el mar y la sobreexplotación de los recursos
marinos, como en el caso de los barcos camaroneros que con el sistema de
arrastre dejan sin pesca”.
Esta realidad lleva a las poblaciones
locales a vivir mal “a sobrevivir con lo que encuentran, con un ingreso
familiar de 140 dólares al mes y con el gran problema de ver que está
desapareciendo el producto. Estos son los elementos que hemos identificado, las
amenazas que se ciernen”.
Precisó que las poblaciones de
pescadores son siempre objeto del apostolado del mar, porque así fue definido
en la carta apostólica del papa Juan Pablo II, emitida motu proprio el
2 de julio de 1988, porque se encarga de todos los trabajadores del mar, sus
familias y todos los que están en su casa. O sea también los pescadores que
salen por la mañana y vuelven por la noche, o los que están varios días afuera.
“Nuestra prioridad --concluyó- son las
comunidades de pesca artesanal que son las más vulnerables y existe el peligro
que sean extinguidas”.
En cambio el apostolado del mar con
los barcos funciona a través de los capellanes de a bordo o acercándose a los
trabajadores marítimos que desembarcan.
Para explicar lo enorme que es el apostolado del
mar, recordó que, en la mesa redonda “Tradición del evangelio y realidad de la
pesca”, el capellán para la pesca en Bélgica, el padre Dirk Demaeght, indicó
que ellos tienen un buque que da auxilio a los marineros, yendo de barco en
barco.
ZS12112502 - 25-11-2012Permalink: http://www.zenit.org/article-43695
ROMA, domingo 25 noviembre 2012 (ZENIT.org).-
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