Roma pide más recursos para combatir
la trata y explotación de personas
Llamamiento a los gobiernos europeos
y a los de proveniencia de los flujos migratorios

''Para transportar mercancías y productos por todo el
mundo, la economía global se confía en gran medida en la industria marítima,
apoyada por una fuerza de trabajo de alrededor de 1,2 millones de marineros
que, en los mares y en los océanos, gobiernan las naves de todo tipos y
dimensión y, a menudo, se enfrentan a las poderosas fuerzas de la naturaleza.

A pesar del desarrollo tecnológico que hace más cómoda
la vida a bordo y facilita la comunicación con los seres queridos, los
marineros se ven obligados a pasar largos meses en un espacio cerrado, lejos de
sus familias. Normas restrictivas e injustas a menudo les impiden bajar a
tierra cuando están en puerto y la continua amenaza de la piratería en
numerosas rutas marítimas añade estrés durante la navegación. Estamos
convencidos de que la ratificación y entrada en vigor de la Convención sobre el
trabajo marítimo (2006) en un número creciente de países, acompañadas por
controles eficaces por parte de cada gobierno, se traducirá en una mejora
tangible de las condiciones laborales a bordo de todas las naves.
La situación actual de guerra, violencia e
inestabilidad política en diversos países ha creado un nuevo fenómeno que está
afectando al sector de los transportes marítimos. Desde el año pasado, junto
con las Guardias costeras y las fuerzas navales de Italia, Malta y la Unión
Europea, los buques mercantes que transitan por el mar Mediterráneo
participan activamente en lo que se ha convertido en un rescate cotidiano de
miles y miles de emigrantes, que buscan alcanzar sobre todo las costas
italianas en todo tipo de embarcaciones abarrotadas e inapropiadas para la
navegación.
Desde tiempo inmemorial los marineros cumplen con la
obligación de prestar asistencia a las personas en peligro en el mar, en
cualquier condición. Sin embargo, como se ha señalado por otras organizaciones
marítimas, para los buques mercantes rescatar emigrantes en el mar representa
un riesgo para la salud, el bienestar y la seguridad de sus tripulaciones. Los
buques comerciales están diseñados para el transporte de mercancías
(contenedores, petróleo, gas, etc.), mientras que los servicios de a bordo
(alojamiento, cocina, baños, etc.) están construidos de acuerdo con el número
limitado de miembros de la tripulación. Por lo tanto, estas naves no están
equipadas para prestar asistencia a un gran número de emigrantes.
Los marineros están profesionalmente cualificados para
su trabajo y están capacitados para gestionar algunas situaciones de
emergencia, pero el rescate de cientos de hombres, mujeres y niños que intentan
frenéticamente subir a bordo para estar seguros, es algo para lo que ningún
curso de formación de la escuela marítima los ha preparado. Por otra parte, el
esfuerzo realizado para salvar a tantas personas como sea posible y, a
veces, la visión de cuerpos sin vida flotando en el mar, representan una
experiencia traumática que deja a los miembros de la tripulación exhaustos y
psicológicamente estresados, hasta el punto de necesitar un apoyo psicológico y
espiritual específica.

Nuestro reconocimiento también se dirige a todos los capellanes
y voluntarios del Apostolado del Mar por su compromiso cotidiano al
servicio de la gente del mar; su presencia en los puertos es signo de la
Iglesia en medio de ellos y muestra el rostro compasivo y misericordioso de
Cristo.
En conclusión, al tiempo que hacemos un llamamiento
a los gobiernos europeos y a los de proveniencia de los flujos migratorios,
así como a las organizaciones internacionales para que colaboren en la búsqueda
de una solución política duradera y definitiva, que ponga fin a la
inestabilidad existente en aquellos países, también solicitamos que se
comprometan más recursos no sólo para misiones de búsqueda y rescate, sino
también para prevenir la trata y la explotación de personas que huyen de
condiciones de conflicto y pobreza''
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