LA MAR DE LOS HOMBRES SIN ESPERANZA
Hay
un hilo rojo de sangre, miseria y desesperación que une las tragedias de
quienes se hacen a la mar en patera para alcanzar las costas de los países
ricos y de quienes dejan la tierra para dedicarse a la piratería marítima.
Todos ellos, los asiáticos que llegan hambrientos a la isla de Navidad,
territorio australiano; los africanos que se arriesgan a cruzar el estrecho de
Gibraltar en un bote abarrotado; los que arrumban exhaustos, o muertos, a la
isla de Lampedusa, Italia; y los que se hacen a la mar en sórdidos esquifes, en
los mares de Somalia, Nigeria o Malasia, a procura de un botín que les permita
sobrevivir, huyen sin excepción todos ellos de la misma desesperanza.
Tal vez exista una explicación social, cultural, histórica y política
que desvele las razones de la elección por el asalto a la fortaleza por vía
pacífica o por la vía armada de los piratas. Por supuesto, unos y otros son
deudores de mafias, bandas y jefes sin ideología y sin escrúpulos, que no dudan
en sangrar hasta la muerte a los parias que se les ponen a tiro.
En la película “Capitán Phillips” hay una escena terrorífica que muestra
con cegadora claridad la esencia del problema: un mísero bote salvavidas con
cuatro desharrapados malnutridos, se ven rodeados por un portahelicópteros y un
navío de la armada estadounidense, buques enormes, con ojos electrónicos y
oídos electrónicos por doquier, con gente perfectamente uniformada y
alimentada, armados hasta los dientes con máquinas de matar de última
generación, un despliegue fastuoso contra unos pobres desgraciados que, armados
con viejos kalasnikovs, sólo pretenden una parte de las migajas que caen de la
mesa del poderoso.
¿Demagogia? En absoluto. En la historia de esta infamia no hay políticos
dedicados a adular al auditorio, sea éste el que sea, ni gobernantes dispuestos
a excitar sin miramientos las pasiones irracionales del animal humano. Los
piratas buscan en el mar el alimento que no tienen en tierra; los emigrantes
ilegales –con perdón- se embarcan para matar la desesperanza que padecen en sus
lugares de origen. Frente a ellos desplegamos la ostentosa Operación Atalanta,
los muros hirientes y los hombres de Halliburton mezclados con los SEALs. No es
justo ni eficaz, me temo, al menos a medio y largo plazo.
El barómetro. JUAN ZAMORA TERRÉS 08/11/2013
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