La vida del
esclavo en barcos pesqueros tahilandeses
Naciones
Unidas define la trata de personas como ʺel transporte de personas [...] utilizando la fuerza u otras formas de
coerción, rapto, fraude, decepción, abuso de poder o posición de vulnerabilidad
con el objetivo de explotarlasʺ. Es la historia de Senasuk . Procedente de Isaan, una
región pobre en el noreste de Tailandia,
Senasuk aceptó finalmente enrolarse en el barco ʺporque prometieron pagarme muy bienʺ. El copioso salario prometido
resultó ser de 3.000 baths al mes (80 euros), una tercera parte del sueldo mínimo legal en Tailandia.
El dinero
era además retenido por la empresa hasta el final de un contrato que se alargaba de
forma indefinida. ʺSon engañados.
Nunca se les cuenta nada sobre las condiciones del trabajo. Los embaucan
prometiéndoles mucho dineroʺ, asegura Patima Tungpuchayakul,
mánager de Labour Rights Promotion
Network Foundation (LPN), una de las principales organizaciones contra el tráfico
de personas en Tailandia.
A su
magro salario, Senasuk tenía que descontarle además la tarifa que se llevaba el
agente que lo había vendido, unos 25.000 baths (665 euros) y sumarle las palizas del capitán y las pocas horas de sueño–a
menudo no más de cuatro horas al día– tras interminables jornadas de recoger pescado.
Hoy, espera en Mahachai, una ciudad
portuaria cercana a Bangkok, aque el Ministerio de Trabajo termine de revisar
su caso para poder cobrar el salario que le deben –una parte ya lo ha recuperado– y volver a casa con su familia,
seis años después.
La
historia de Senasuk no es extraordinaria. La mayoría de las víctimas hablan de
jornadas interminables de trabajo, palizas constantes y pasaportes confiscados.
A diferencia de Senasuk, la mayor parte
de los traficados no son tailandeses, y proceden
de los países más pobres de Myanmar,
Camboya o Laos. Kyi Soe es uno de ellos. Al igual que a Senasuk, a Kyi Soe también
lo encandiló un broker, que se presentó en su casa al sur de Myanmar con una promesa
de un trabajo de ensueño. Acabó también
en una prisión flotante, trabajando entre 16 y 20 horas al día y sin apenas
comida. Pero su infierno fue más corto, duró tan sólo cinco meses. “ Hubo un
momento en que ya no tenía fuerzas para trabajar y el patrón decidió deshacerse
de mí”, cuenta. Lo dejó en tierra, pero sin pagarle los cinco meses de sueldo
que le debía
Relato extraído
del boletín APOSTOLATUS MARIS
Editado en El Confidencial, 14.05.2015
Autor Laura Villadiego, Bangkok
Tailandia:
denuncian esclavitud en barcos de pesca
De acuerdo a una investigación del
periódico "The Guardian", un alto número de hombres trabajan como
esclavos en barcos de pesca dedicados a suministrar alimentos para
piscifactorías en aguas de Tailandia, y muchos son víctimas de la violencia.
La investigación, que duró seis meses,
revela que muchos hombres fueron comprados y vendidos como animales y retenidos
en contra de su voluntad en barcos de pesca, dedicados especialmente a la
producción de alimentos para langostinos de piscifactorías.
Según despacho de EFE, el diario británico
señaló que muchos de estos hombres no recibieron pago alguna durante años y su
trabajo forma parte de una cadena que tiene como destino final la venta de
langostinos a supermercados y comercios de Estados Unidos y países europeos,.
“The Guardian” explicó que el mayor criador
de langostinos del mundo, Charoen Pokphand Foods (CP), con base en Tailandia,
compra alimentos para sus piscifactorías a proveedores o barcos de pesca que
lleva trabajadores en situación de esclavitud.
Algunas de estas víctimas que consiguieron
escapar relataron las horribles condiciones laborales, como turnos de veinte
horas, golpes regulares, torturas e incluso ejecuciones.
De acuerdo al rotativo, algunos pasaron
años en el mar y otros presenciaron el asesinato de compañeros.
Varios trabajadores proceden de Birmania o
Camboya, que pagaron a agentes para que los ayudaran a encontrar trabajo en
fábricas de Tailandia, pero fueron vendidos a capitanes de los barcos, agrega
el periódico.
“Pensé que iba a morir. Me dejaron
encadenado, nos les importaba lo que me pasaba ni me dieron comida. Nos
vendieron como animales, pero no somos animales, somos seres humanos”, relató
Vuthy, exmonje de Camboya que fue vendido por un capitán de un barco a otro.
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