¿POR
QUÉ SE CRIMINALIZA A LOS MARINOS QUE SUFREN UN ACCIDENTE?
El
barómetro. JUAN ZAMORA TERRÉS
A medida que la actualidad nos aflige con graves
accidentes de medios de transporte se hace más evidente el error que el Estado
español (o la administración española, como prefieran), cometió con el capitán del
PRESTIGE, Apóstolos Mangouras, y el maltrato sistemático que aplica sobre los
marinos.
Se
estrelló un avión de Spanair, en agosto de 2008, causando la muerte de 154
personas y aunque el error humano planeó sobre los medios de comunicación, a
nadie se le ocurrió procesar a los pilotos muertos. Sin embargo, en 1978,
Francisco Castedo, capitán del petrolero español URQUIOLA, el único que
falleció en el accidente, fue procesado y víctima de un abyecto informe oficial
que ocultaba las verdaderas causas del siniestro y atribuía al capitán y a la
tripulación toda la responsabilidad. El Tribunal Supremo dejó claro que el
capitán del petrolero había tenido un comportamiento profesional intachable y
heroico (STS 18 julio 1983).
Más
recientemente, en agosto de 2008, un camión cargado con productos químicos
peligrosos, volcó en la autopista AP-7 originando un monumental corte del
tráfico y un serio problema de contaminación. El conductor fue debidamente
atendido por los servicios médicos y días más tarde prestó declaración.
En ningún momento fue detenido, ni procesado. Tampoco los pilotos del
ejército del aire que colisionaron en pleno vuelo, en junio de 2009, fueron
detenidos ni procesados. A ambos se les trató como víctimas de un accidente, no
como causantes de un siniestro catastrófico desde el punto de vista económico.
Por
contra, al capitán del AEGEAN SEA, Georgios Stavridis, en diciembre de 1991, lo
detuvieron tras rescatarlo del petrolero en llamas y lo mandaron a prisión. La
sentencia de la Audiencia de La Coruña le condenó en 1995 a una simple multa de
300.000 pesetas por una más que discutible “maniobra muy ajustada”, la misma
que hacían y siguen ejecutando todos los buques cuando entran en el puerto de
La Coruña por el canal de Punta Herminio. Por supuesto, el práctico que debía
estar a bordo con un remolcador junto al buque, según el reglamento aplicable,
no fue detenido ni encarcelado. La Audiencia le condenó a la misma pena que al
capitán Stavridis, 300.000 pesetas de multa.
Estos
días estamos asistiendo al alud informativo sobre el accidente, también en
Galicia, del tren que hacía la ruta Madrid-Ferrol, con 80 fallecidos por
el momento. El maquinista que conducía el convoy confesó que los muertos
pesarían sobre su conciencia al llevar el tren a más del doble de la velocidad
máxima señalada para el tramo de vía donde descarriló. Pese a ello, la prensa y
las autoridades le han tratado con el respeto que merece un profesional que ha
vivido la mayor desgracia de su vida. El juez, tras tomarle declaración, le ha
dejado en libertad con cargos, pero sin fianza.
El
capitán Mangouras, al mando del PRESTIGE, no causó ninguna víctima mortal. Su
buque sufrió una vía de agua en pleno temporal sin que él ni su tripulación
pudieran, por acción u omisión, considerarse, ni remotamente, autores o
responsables de la avería. Al contrario. Una vez accidentado el buque, el
capitán tomó las mejores decisiones para salvarlo y evitar el derrame de la
carga al mar. No obstante, fue detenido tras cincuenta horas a bordo del buque
herido, sin apenas comer ni dormir, y de inmediato encarcelado durante 83 días
y privado de libertad durante más de dos años. Salió de la cárcel tras
depositar el seguro de responsabilidad civil una fianza de tres millones de
Euros. Como señaló el informe elaborado por el gobierno francés, al capitán
Mangouras le hicieron pagar por los errores que las autoridades españolas
cometieron al gestionar el accidente de forma catastrófica.
La
prensa, tan cuidadosa y prudente al opinar sobre el accidente ferroviario de
Santiago, azuzada con saña por el gobierno en el caso del PRESTIGE, se echó
encima del capitán, un pirata, un viejo jubilado que no colaboró con las
autoridades, a las que ocultó información sensible. Nunca aclararon qué
información era esa y dónde estaba la falta de colaboración. Por si ello fuera
poco, se inventaron un falso desafío a las autoridades poniendo en boca de
Mangouras palabras que éste nunca pronunció.
¿Por
qué se criminaliza de este modo a los marinos? ¿Por qué esa saña contra los
capitanes de la marina mercante? ¿A qué se debe tan distinto tratamiento de los
conductores, pilotos de avión y maquinistas de tren? Lo lógico y coherente
sería aplicar el mismo trato a los marinos cuyo buque ha sufrido un accidente.
¿Por qué no?
Llevo
años haciéndome esa misma pregunta, sin encontrar una respuesta satisfactoria.
He dejado escrito en el libro sobre el PRESTIGE (“Del accidente a la
catástrofe”, marzo de 2004) que la ignorancia de las autoridades y de la
sociedad en general sobre el trabajo de los marinos facilita el ruido y la
furia, la inquina y el rencor. Que el desconocimiento de esos seres extraños
que dirigen los vehículos de transporte más grandes del mundo, que se mueven
por el ancho mar sorteando credos, colores y banderas, facilita la injusticia
contra los marinos. Pero hay causas genuinamente españolas que se me escapan,
pues en el naufragio del COSTA CONCORDIA, el capitán no pisó la cárcel ni ha
sido vejado por las autoridades italianas, a pesar de los evidentes indicios de
responsabilidad criminal (32 muertos), del capitán Schettino.
Tal
vez haya que hablar de la escasa competencia, salvo excepciones, de las
autoridades españolas, unos políticos acostumbrados a la mentira, espantadizos
e indignos; tal vez debamos referirnos a unos funcionarios mediocres y
cobardes, más atentos en servir a su señor y escalar posiciones que en cumplir
la ley con rigor y equidad. Quizás haya que recurrir al viejo modismo de la
cuña de la misma madera, o insistir en la desorganización profesional de los
marinos, incapaces de presentar un frente sólido contra las vilezas del Estado
y las infamias que recogen los medios de comunicación.
Confío
que los miembros del tribunal que han de redactar la sentencia del juicio de La
Coruña contra el capitán y el jefe de máquinas del PRESTIGE tengan presente la
deuda que el Estado español tiene con la tripulación del petrolero. Mangouras
merecía un homenaje como el que le tributó la Asociación Catalana de Capitanes
de la Marina Mercante en el año 2004. Espero de la sensibilidad del tribunal
que le ha juzgado un desagravio al inmenso error cometido contra los hombres
que mareaban el PRESTIGE. Y que, presente en la memoria el siniestro
ferroviario de Santiago y lo que han escuchado sobre accidentes marítimos en
nueve meses de vista oral, se pregunten si Mangouras y Argyropoulos merecen
alguna condena o un reconocimiento a su profesionalidad. Naucherglobal01/08/2013
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