Mensaje
de S. E. Rev el Cardenal Michael Czerny,
SJ Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral
Con ocasión del Día Mundial de la Pesca
21 de noviembre de 2023
«ECHAD LA RED» (Jn 21,6)
Queridos hermanos y hermanas,
Las comunidades de pescadores se encuentran en una situación de
sufrimiento en muchas partes del mundo. Subsisten una serie de problemas de
carácter económico y de competencia desleal, que representan una amenaza para
la supervivencia del oficio, sobre todo para aquellos barcos pesqueros que son
propiedad de una familia. A menudo, no existe un relevo generacional y sufren
la crisis climática que hace que el ambiente marino sea más frágil y precario.
El Papa Francisco, con Laudato si’, nos ayudó a razonar con el paradigma de la
ecología integral. Estamos así llamados a salvaguardar el medio ambiente y los
puestos de trabajo, el mar y las comunidades de pescadores.
Cada vez que concebimos estos mundos como realidades alternativas e
inconexas, traicionamos el equilibrio que custodia la vida del hombre en el
planeta. Vivimos un cambio de época: en pocas décadas, hemos pasado de una
sensibilidad totalmente centrada en el tema del trabajo, al riesgo de una
cultura que se olvida de las personas y de cómo los pescadores son los
custodios del mar. La sensibilidad ecológica es importante para la protección
de la calidad de las capturas y para el cuidado de los mares y de los océanos.
La pesca que destruye el ecosistema marino va en detrimento del trabajo de los
pescadores, que saben muy bien lo importante que es el cuidado del mar para que
su negocio pueda tener un futuro. En los últimos meses, muchos factores están
poniendo en peligro la pesca artesanal, favoreciendo a quienes explotan la mano
de obra y actúan con injusticia, llevando a veces a los mercados, pescado
capturado en ambientes insalubres y por trabajadores mal pagados. Como recuerda
el Papa Francisco, «el agotamiento de las reservas ictícolas perjudica
especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen cómo
reemplazarla» (LS 48).
La pesca es el trabajo que
practicaban los primeros discípulos. El evangelista Juan relata la pesca
milagrosa como una experiencia de encuentro con Jesús Resucitado (Jn 21,1-14),
que se acercó a los discípulos decepcionados por su muerte en la cruz. Éstos ya
habían vuelto al lago de Tiberíades, retomando sus oficios. Tras una noche de
fracasos, el Resucitado les reveló su poder: «Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis». Pedro y los demás confiaron en Él y la captura superó
todas las expectativas: ciento cincuenta y tres peces grandes. Ni siquiera las
redes se rompieron. Los discípulos aprendieron así a tener esperanza. Hoy todos
seguimos necesitando a los pescadores: ellos atesoran un acto de fe que se
repite cada vez que echan sus redes al agua. La pesca, de hecho, no depende
sólo de la habilidad humana, sino también de las condiciones del mar y de la
providencia de Dios. El trabajo de la pesca es cada noche un renovado acto de
confianza: nos ayuda a comprender el valor de la fe.
El Día mundial de la pesca nos impulsa a rezar por los pescadores y por
sus familias. Les damos las gracias por su trabajo valioso: son centinelas de
equilibrios delicados y posibles pioneros de la ecología integral. La suya, es
una actividad fatigosa, desgastadora, que a menudo no goza de pleno
reconocimiento social. Damos las gracias por el cuidado con que muchos de ellos
mantienen el mar limpio de plásticos y materiales contaminantes: el Papa
Francisco lo ha mencionado en numerosas ocasiones. Además, la pesca alimenta a
muchas poblaciones en todo el mundo. También por esta razón necesitamos que el
gesto de echar las redes se renueve cada día, aunque con profundo respeto por
la generosidad de la creación. Debemos contrarrestar la prepotencia de los
fuertes que amenaza la labor de los honrados y la biodiversidad marina:
«Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su
sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado
frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos
progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en
seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres
y nuestra propia supervivencia» (LD 28).
Queridos pescadores, su fe simple es una riqueza para la Iglesia que
está viviendo un tiempo de Sínodo. Ustedes construyen la Iglesia, uniendo cada
día fe y trabajo. En sus embarcaciones se multiplican hermosos testimonios de
diálogo interreligioso y de convivencia entre los pueblos. Desde los primeros
siglos, el barco ha sido la imagen más utilizada para describir a la Iglesia,
una comunidad que viaja por el mar de la historia entre tempestades, marejadas
y bonanza. Que les sirvan de estímulo las palabras del Papa Francisco, que nos
recuerda a todos: «La vida humana, la inteligencia y la libertad integran la
naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de sus fuerzas internas
y de su equilibrio» (LD 26).
Con inteligencia y libertad cuiden, junto con
la Iglesia, a esta humanidad. Como custodios del mar y trabajadores honrados,
ayuden a la Iglesia a no cansarse de echar sus redes, para hacer de la
humanidad una familia de hermanos y hermanas; de la tierra, del cielo y del
mar, una nueva creación.
Card. Michael Czerny S.J. Prefecto
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