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jueves, 2 de enero de 2014

María de Nazaret en la Asamblea Nacional del Apostolado del Mar en Huelva



MARÍA, MUJER DE FE EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.

José Antonio Vieira Roldán


            1.-Cuando se me propuso como tema de esta ponencia el título María, mujer de fe en la nueva evangelización, empezó nuevamente a embargarme la inquietud que siempre me ha producido la expresión “nueva evangelización”. Por definición, evangelización es la acción de evangelizar y ésta es predicar la fe de Jesucristo.
            Cuando calificamos a la evangelización con el adjetivo nueva, da la sensación, como si quisiera romper con lo anterior, con la vieja o antigua evangelización. Es como si con esa nueva evangelización se superara a esa otra, que ya va quedando un tanto obsoleta.
            Mi carisma dentro de la Iglesia, lo vivo con gran intensidad dentro, de la muchas veces vituperada y criticada, Religiosidad Popular. Soy cofrade y en el ámbito de las hermandades, valoramos con mucha fuerza el peso de la tradición y por lo tanto, cada año, cada Semana Santa, cuando nuestras cofradías salen a la calle, la tradición de la que somos herederos y albaceas, más que hacerse nueva se actualiza. Así, es como entiendo el proceso evangelizador; como una acción, que bebiendo en la tradición se actualiza por momento. El itinerario que nos marca el mensaje de Cristo es actual, es del presente en el que se lee y se vive.

            2.- Tan es así, que ya en el momento de la Anunciación, María se nos presenta como esa puerta del cielo, por donde Dios se acerca al hombre. La valentía de María al pronunciar aquel si tan rotundo, aquel fiat sin fisura a Dios, nos iba a mostrar, a todo el género humano, la grandeza de estar siempre dispuesto a aceptar los que Dios nos pida; “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” así rezamos, mas, cuántas veces nos resistimos a aceptar los designios de Dios.
            Vivimos en un mundo, donde con muchísima facilidad echamos en cara a Dios todas las desgracias que suceden alrededor nuestra y las trabas e infortunios que nos pone la propia vida. María comenzó, al pronunciar ese Si en la Anunciación, con su labor didáctica para enseñarnos como el Señor es ese abrigo al que acudir ante las inclemencias de la vida. Dios, a través de María parece más cercano o como diría Santa Teresa de Jesús, parece que tiene un trato de amistad con todos los hombres y mujeres. En este punto es conveniente recordar el Salmo 27, donde se nos enseña a confiar en el Señor; “El Señor es mi luz y mi salvación,¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi vida”. María, a pesar de saber lo que se le venía encima, confía plenamente en Dios. Esa confianza en Dios que nos enseña María, la tenemos que sentir de forma sincera, sin prejuicios. María se erige en el momento de la Anunciación en el símbolo de la confianza que debemos tener en Dios. Una confianza movida por la fe, por el amor. Una confianza igual que la que mostró en Aín Karím, su prima Isabel cuando, seguramente abrazada a María y con lágrimas en los ojos, le dijo “¡Dichosa Tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” y a partir de ahí, como queriéndonos hacer participe a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, María proclamó ese himno de alabanza; El Magnificat, donde nos fue marcando la hoja de ruta en ese proceso evangelizador, en el cual, la tenemos como guía y maestra.