Mensaje del Prefecto del Dicasterio para Desarrollo
Humano Integral para la Jornada Mundial
de la Pesca 2025
“No hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes” (Lc 5,5)
Queridos hermanos y hermanas, En este año Jubilar 2025 nos acompaña el mensaje central, la esperanza, y en la convocación del mismo Jubileo el Santo Padre Francisco empezaba mencionando San Pablo: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5). Y sin duda alguna el Apóstol de las gentes ha navegado mar adentro muchas veces, también naufragando, aun siempre aferrado a la esperanza en Cristo. ¿Y cómo no recordar los antiguos caminos por los que los peregrinos cristianos viajaban no solo a pie, sino también por mar?
¡Navega mar adentro y echen las redes! Dice Cristo a sus discípulos.
¡Esto es un llamado a la esperanza, a tener fe! Y San Pedro contesta:
“¡Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú
lo dices, echaré las redes!”, (Lc 5,5). Esto es lo que los pescadores hacen
todos los días. Echan las redes con esperanza.
Cada año desde 1998, la Jornada Mundial de la pesca se celebra el 21 de
noviembre, y tiene como objetivo antes de todo llamar la atención sobre el modo
de vida en el sector pesquero. También apoyar la pesca sostenible, reconocer y
homenajear a las comunidades pesqueras de todo el mundo y destacar la importancia
de esta actividad para la vida humana y la salud de los ecosistemas. Este año
además del Jubileo se cumple el 10º aniversario de la encíclica Laudato si’
(LS) de Papa Francisco, que dedica una significativa atención al cuidado de los
mares y océanos, considerándolos parte de la “casa común” y del equilibrio
ecológico global. “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por
fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia
dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios
ecosistémicos, como (…) la pesca” (LS 25). Papa Francisco también hizo
referencia a los métodos destructivos de pesca con sus consecuencias nefastas y
además vinculó la crisis de los océanos con las condiciones injustas de trabajo
en la pesca y en la navegación, la trata de personas y el impacto sobre las
comunidades costeras empobrecidas (cf. LS 33, 41, 142). Dicho esto, es menester
subrayar que los mares no solo son una realidad física, sino también un espacio
espiritual de interdependencia entre el ser humano y toda la Creación. De
alguna manera especial, los pescadores pueden ser custodios de la Creación.
Lamentablemente, muchos pescadores enfrentan tormentas más allá del mar:
bajos ingresos, trabajo inseguro, malas condiciones de trabajo, estar lejos de
sus familias. ¡No olvidemos que detrás de cada captura hay una vida, una
familia, una llamada al desarrollo integral!
La
pesca altamente industrializada constituye asimismo una seria amenaza para las
flotas artesanales, pues disminuye las capturas remanentes. Además, los grandes
barcos dejan residuos contaminantes que dañan los ecosistemas costeros. A bordo
de los grandes buques pesqueros industriales, las tripulaciones permanecen
durante meses, viviendo en espacios reducidos e incómodos, alejados de sus
familias, con jornadas laborales que frecuentemente inclumplen las
legislaciones vigentes. Muchos de ellos son migrantes, que en algunos casos son
contratados en condiciones discriminatorias. Así, el sector pesquero en general
tiene un lado oscuro: según la Organización Internacional del Trabajo, la pesca
y las ocupaciones relacionadas con ella se cuentan entre las profesiones más
peligrosas (cf. Safety and Health in the Fishing Industry: Report for
discussion at the Tripartite Meeting on Safety and Health in the Fishing
Industry, Ginebra, 1999). En cambio, San Juan Pablo II nos recordó que “el
trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión
social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien
del hombre” (LE 3).
La reciente exhortación apostólica Dilexi te (DT) del Papa León XIV
contiene algunos párrafos esclarecedores sobre las estructuras de pecado que
causan pobreza extrema y desigualdades. Estas estructuras de injusticia son
“pecado social” (DT 90-93). Esto se aplica bien al mundo de la pesca,
considerando que en la cadena de valor del pescado la asunción activa de
responsabilidades es muy deficiente debido a su naturaleza y la inmensidad de
los océanos, y es extremadamente difícil controlar las actividades humanas (cf.
Orientaciones Aqua Fons vitae, Vaticano, 2020 § 87 y 89). Sin embargo, es
necesario “comprometernos cada vez más para resolver las causas estructurales
de la pobreza” (DT 94), también en el sector de la pesca. Este compromiso
implica valorar y promover la dignidad humana. Es evidente que el cuidado de
los mares y de la pesca va íntimamente ligado al cuidado de las personas.
Además de los controles necesarios para que se apliquen las leyes y medidas
pertinentes para las condiciones de trabajo de los pescadores, en esta Jornada
mundial de la pesca es importante enfatizar la necesidad de velar por la defensa
de la dignidad de los pescadores (inclusa acuicultura) y de sus familias,
buscando su desarrollo integral. Hay que dar voz a los pescadores sin que las
políticas y leyes que les afectan sean discutidas únicamente por quienes “viven
y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que
no están al alcance de la mayoría de la población mundial” (LS 49). Asimismo,
San Juan Pablo II nos hablaba de la corresponsabilidad de aquellos que se
dedican a la pesca a pequeña o gran escala, así como las diferentes formas de
solidaridad en asociaciones libres. Debería alentarse la participación activa
de todos los que trabajan en la pesca en las decisiones que afectan a su vida y
trabajo (Discurso del Papa Juan Pablo II a los participantes en la conferencia
mundial de la FAO sobre ordenación y desarrollo pesqueros 1984).
La Iglesia, a través del trabajo del Apostolado del Mar, busca estar
presente allá donde los pescadores y los marinos más sufren. En parroquias
costeras y en puertos, sus capellanes y voluntarios acompañan a quienes viven
largas ausencias familiares, condiciones de trabajo peligrosas y días duros en
el mar, siento también portavoces de su propia dignidad. ¡Gracias por este
servicio!
Encomendemos a todos los marinos, pescadores y sus familias a la
protección maternal de María, Stella Maris. Aun estando cansados, en medio de
la tormenta, careciendo de condiciones de vida dignas, lejos de sus familias y
amigos, y sin haber pescado nada, con la fe de San Pedro dicen: “Por tu
palabra, echaré las redes” (Lc 5,5). Que María guíe y proteja a quienes surcan
los mares y, con su maternal intercesión, sostenga a todos en la esperanza, en
la justicia y en el compromiso con el cuidado de los mares.
Cardenal Michael Czerny, S.J.,
Dicasterio
para el Desarrollo Humano Integral
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